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Verdú, con su encanto pintoresco y rica historia, es un municipio situado en la hermosa comarca de l'Urgell, en la provincia de Lleida, Cataluña. Su pasado se encuentra estrechamente entrelazado con el prestigioso monasterio de Poblet, con el cual mantuvo una vinculación durante seis siglos, desde el año 1227 hasta el año 1835.
Antes de la devastadora inundación ocurrida en el año 1184, Verdú se ubicaba en el apacible valle del río Cercavins, cerca de la venerada fuente de Santa Magdalena y la ermita que lleva su nombre. Sin embargo, tras el desastre natural, la señora de Verdú, Berenguera de Cervera, generosamente permitió que los habitantes reconstruyeran sus hogares en la elevada meseta que rodeaba el Castillo. A cambio de este traslado, los verdunins construyeron imponentes murallas, puertas y fosos para proteger la nueva villa. Bajo la protección y apoyo del monasterio de Poblet, Verdú floreció, gozando de numerosos privilegios y ventajas que lo convirtieron en un pueblo próspero y destacado, superando a sus localidades vecinas a lo largo de los siglos. Los vestigios de esta esplendorosa época se encuentran reflejados en la majestuosidad del Castillo, la imponente Iglesia Parroquial y las pintorescas calles y casas señoriales del casco antiguo, un testimonio vivo de su espléndido pasado.
Una de las tradiciones más arraigadas en Verdú es su arte ceramista, que se remonta a los tiempos de los romanos y alcanzó su apogeo en el siglo XV. Durante el siglo XVIII, el pueblo contaba con una notable cantidad de unos treinta hornos de cerámica en pleno funcionamiento. Un gremio de ceramistas se encargaba de regular y fomentar este arte, brindando apoyo y solidaridad en tiempos difíciles. La cerámica de Verdú era tan reconocida que su prestigiosa clientela llegaba desde el sur de Francia hasta el norte de España, e incluso hacia la parte meridional del país, extendiéndose hasta Albacete. En la actualidad, la tradición ceramista se mantiene viva con tres hornos especializados en cerámica negra y otros cuatro hornos destinados a otros tipos de cerámica, preservando con esmero una parte importante de su patrimonio cultural.
El Castillo de Verdú es una obra arquitectónica imponente y singular. Su majestuosa torre cilíndrica de estilo manresano, con 25 metros de altura y diámetro, se construyó alrededor del año 1080. El Castillo alberga dos salas románicas del siglo XI, y destaca especialmente por ser el único castillo catalán que conserva tres grandes naves góticas superpuestas. Entre ellas, resalta la Sala gótica Abat Copons, una verdadera joya del gótico civil catalán, que ha sido recientemente restaurada y luce en todo su esplendor. Al pasear por el patio de armas, se puede apreciar una elegante galería renacentista adornada con una escalinata de piedra diseñada por el reconocido arquitecto Cèsar Martinell, discípulo de la emblemática figura del modernismo, Antoni Gaudí. Martinell también dejó su huella al intervenir en la planta baja y el sótano del Castillo por encargo de la Cooperativa de Verdú, aportando un toque de vanguardia y modernidad al lugar.
La Iglesia de Santa Maria de Verdú es otra joya arquitectónica de la localidad. Su origen se remonta al siglo XIII, cuando fue construida originalmente como una nave única, siguiendo el austerismo propio de la Orden del Císter. Con el crecimiento de la población y la importancia creciente del lugar, la iglesia fue objeto de ampliaciones sucesivas hasta convertirse en una estructura de tres naves, cada una con una distintiva cubierta de bóvedas, que son testimonio de diferentes épocas de construcción. En su interior, se encuentran tesoros artísticos como la imagen de piedra del altar, una obra maestra del siglo XV realizada por Andreu Pi y el escultor Pere Joan. Además, destaca la escultura barroca del Sant Crist, una imagen venerada con gran devoción por los habitantes de Verdú.
La vida cultural y festiva de Verdú también es rica y animada. Desde 1990, se celebra de manera ininterrumpida la Festa del Vi i la Verama o Bacus, una festividad que honra la tradición vinícola del lugar y que muestra cómo se elaboraba el vino antiguamente. Durante todo el fin de semana de celebración, se llevan a cabo variadas actividades relacionadas con el mundo del vino, dirigidas tanto a adultos como a los más pequeños. Entre los eventos destacados se encuentran el teatro, los concursos de sardanas, las degustaciones de vino y los desfiles de gigantes y encajeras, que llenan las calles de alegría y color. Es una oportunidad única para sumergirse en la rica cultura vinícola y las arraigadas tradiciones locales de este encantador municipio catalán.
Verdú es un tesoro histórico y cultural que cautiva a quienes tienen el privilegio de visitarlo. Con su rica historia vinculada al monasterio de Poblet, sus tradiciones ceramistas ancestrales, la majestuosidad de su Castillo y la esplendorosa Iglesia de Santa Maria, es un destino que conjuga la herencia del pasado con la vitalidad y autenticidad de su presente. Quienes tienen la oportunidad de participar en la Festa del Vi i la Verama pueden sumergirse en la vida vibrante de este acogedor municipio, disfrutando de un encuentro con su legado cultural y la calidez de su gente. Verdú es un lugar que invita a la exploración y la conexión con su pasado y su presente, ofreciendo una experiencia inolvidable para los amantes de la historia, la cultura y la tradición.